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septiembre 21, 2022Por Página11

Ser tú mismo: un análisis de nuestra identidad

‘Ser tú mismo es todo lo que puedes hacer’ dice la popular canción “Be Yourself” de Audioslave. Gran canción que nos invita a una profunda reflexión precisamente sobre el significado ser uno mismo, y lo complicado que puede resultar descifrarlo.

Todos los días estamos siendo bombardeados con este tipo de mensajes que dicen cosas como ‘no sigas a los demás’, ‘sé tú mismo’, ‘que no te importe lo que digan de ti’, ‘sé original/auténtico’, y mil etcéteras. Hay una evidente presión para ser uno mismo, y por medio de ello alcanzar la felicidad o al menos cierto grado de satisfacción.

Las canciones, las películas, los comerciales, los influencers y todo lo que se nos mete en los medios empujan constantemente este mensaje. Y por otro lado, nosotros también nos esforzamos en demostrar que somos auténticos, que tenemos identidad, que somos individuos y que sin importar que somos como 8 mil millones de pelados, yo soy único.

En serio… ¿qué es “ser tú mismo”?

Soy fiel creyente de que esta pregunta se la deberían hacer absolutamente todos en algún punto de la vida. Esta constante obsesión por querer ser únicos y demostrarlo no nos está llevando a nada bueno. Y si bien es cierto, tratar de responderla, con pensamiento crítico, nos puede llevar a una crisis existencial brutal; pero es mejor que ir por la vida siguiendo deseos que no entendemos y matándonos para lograr metas que no queremos.

Aquí es donde entra nuestra primer palabra clave: deseo. Y para entenderlo habrá que hablar un poco del momento en el que llegamos a este mundo y nuestro rol en él.

Nosotros no nacemos con alguna identidad predefinida, cuando llegamos a este mundo no somos más que bebés que cagan y comen sin saber de por qués ni para qués, no es que nazcamos y ya por defecto seamos lo que tenemos que ser. No hay algo que nos defina por cualidades específicas. Sí que hay cosas que condicionan nuestra realidad y lo que podemos llegar a ser, pero al final tenemos el potencial de convertirnos en lo que sea.

Para entender mejor podemos pensar en objetos. Por ejemplo, unas tijeras están hechas para cortar, cortar lo que sea pero a fin de cuentas, cortar. Los objetos están hechos con un fin en específico, no puedes tomar agua en unas tijeras simplemente porque para eso no son, las tijeras serán tijeras y servirán para lo que fueron hechas y ya está.

Pero nosotros no somos para nada como las tijeras, no somos objetos, somos sujetos; y al serlo significa que literalmente estamos ‘sujetos’ a algo o somos dependientes de otro factor independiente. En nuestro caso, estamos siendo sujetos al contexto y al deseo.

De forma metafórica, podemos pensar en nosotros como una hoja de papel. A nivel molecular, las hojas de papel tienen las mismas características que cualquier hoja de papel en el mundo. Sin embargo, si imprimimos tinta en ellas, una hoja de papel puede llegar a ser mucho más valiosa que otra bajo nuestro contexto. En una puede estar impresa un recibo de la luz y en otro puede estar un acta de matrimonio, a nivel molecular (entendámoslo como el real), son dos pedazos de papel con tinta nada más. Pero por el contexto al rededor de ello nosotros le daremos mucho más valor a una que otra. Así podemos llegar un poco a la conclusión de que nuestra identidad es subjetiva dependiendo el contexto, pero esto ya es un poco más profundo.

Contexto y deseo: el imaginario colectivo

Ahora que ya entendemos que no somos tijeras, sino hojas de papel bajo un contexto, ya es momento de hablar sobre lo que moldea nuestra identidad.

Podríamos decir que es posible dividir el mundo entre lo real y lo subjetivo. Lo real es literalmente lo que es, llegando a nivel de detalle molecular, y lo subjetivo es el contexto que le está dando el ser humano a todo lo que ocurre al rededor de ese mundo real. A ese mundo subjetivo nosotros le damos el significado que queramos, definimos el valor del éxito, el dinero, o el fracaso; todo esto es abstracto, no es para nada tangible, y al hacer que todos creamos y tengamos una definición sobre ello lo hace un imaginario colectivo.

Como decía anteriormente, cuando llegamos a este mundo no tenemos nada predefinido, no tenemos la capacidad de entender ni interpretar razones. El vacío de identidad se va a llenando poco a poco con lo que vaya ocurriendo a nuestro alrededor, cosas como ideas de los padres o contenido que consumimos en los medios. Al final de cuentas, ese vacío se tiene que llenar de algo externo, y nunca de algo interno porque simplemente no hay nada.

Hablando de nuevo sobre la hoja de papel, todo lo que nos rodea y nos moldea es esa tinta que se imprimirá en nosotros. Nosotros dependemos de esa tinta. Bajo nuestro contexto, la tinta es todo aquello que nos inculcan las personas que nos crían y lo que nos venden allá afuera en películas, canciones, noticias, series, redes sociales y mil etcéteras.

Todo lo que queremos llegar a ser está basado en nuestra perspectiva de lo que consumimos. Y lo que queremos llegar a ser lo podemos entender como un deseo. Ese vacío de identidad del que te hablé, lo llenamos con el deseo de querer llegar a ser lo que nosotros creemos que nos hará felices. Pero tu ‘yo ideal’ no es más que una ficción nacida del deseo generado por el imaginario colectivo y el deseo de ser visto o reconocido.

La necesidad de ser reconocidos como únicos

Nosotros determinamos que las cosas existen porque las podemos ver, oler, tocar o cualquier interacción que valide que estás frente a algo real, independientemente de que sea tangible o no. En nuestro caso, la única forma de validar nuestra identidad es que los demás lo reconozcan. Es como la metáfora del árbol que se cae a la mitad de la nada y no hay nadie para escucharlo.

En el momento en que nos ‘reconocen por lo que somos’, nos convertimos en algo similar a un objetos. Ya no somos personas comunes y corrientes, ya somos el abogado, la cantante, el vago, la doctora, el bloguero, o lo que sea. Que te identifiquen como una persona única, te convierte en un objeto, que nos reconozcan por lo que hacemos valida ese sentimiento de que somos auténticos. El reconocimiento nos termina de completar en el objeto que nos queremos convertir al ser nosotros mismos.

¿Entonces realmente queremos ser nosotros mismos? Si ser uno mismo es consolidar una identidad extraída del contexto que vivimos a base de deseos.

Por eso tanta gente que es fan de algo no tan popular se ofende cuando nuevas personas se hacen fans de sus pasiones. Es simplemente triste que alguien se ofenda porque a una persona le empezó a gustar Metallica a raíz de la popularidad de Stranger Things. ¿Cuál es el punto? ¿El hecho de que conocer y ser fan de Metallica mil años antes de Stranger Things te haría único? En realidad se ofenden porque es un golpe a su identidad que han estado forjando durante tantos años. Haciendo entender que lo único que define su identidad es lo que consume, y su autenticidad se ve amenazada cuando alguien más puede llegar a forjar una identidad similar solo por consumir lo mismo.

Pensando también en los influencers y figuras públicas, al final de cuentas ellos también son objetos divididos en categorías como fashion, fitness, lujos, emprendedores, estilo de vida, traveler y mil etiquetas más. Las redes sociales y los influencers han potenciado el deseo y la objetificación de las personas más que nunca antes. Porque la visibilidad y reconocimiento se vuelve cuantificable, por medio de likes y followers. Nos formamos por medio del deseo, y buscamos que otras personas deseen lo que nosotros tenemos, de esta forma validamos que algo estamos haciendo bien.


Suena triste, pero podemos resumir a que somos objetos moldeados por lo que consumimos y por lo que producimos. No sé si llegaste a este post con la intención de llegar a alguna respuesta más certera y te vas a ir con más dudas, pero no hay forma fácil de responder a la incógnita de lo que es ser uno mismo.

Necesitamos entender desde la raíz qué es todo esto del deseo de querer ser único y lo que en realidad implica. Desde mi punto de vista, los deseos son soluciones temporales al eterno vacío de nuestra existencia. Y el gran problema es que nunca vamos a tener suficiente, porque el deseo siempre es contingente, siempre vamos a querer más y nunca lograremos sentirnos satisfechos; entrando en un círculo vicioso de insatisfacción que nos lleve a la ansiedad o la depresión.

El objetivo de este artículo es lograr un poco de consciencia de la realidad y sus implicaciones en nosotros como personas, porque siempre ayuda a tomar mejores decisiones y ser más felices o plenos. No te dejes manipular o seducir tan fácilmente por lo que ocurre en el imaginario colectivo.

Por supuesto que todas las ideas en este artículo no me las inventé yo, son ideas y teorías de Jaques Lacan que desarrolla en sus libros de “Escritos” y “Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis“. Pero son obras muy densas y difíciles de entender, en este post sólo hice un pseudointento por intentar explicar algunas de ellas y a penas de manera muy superficial.

Muchas gracias por haber leído hasta este punto, espero que el artículo te haya resultado al menos un poco interesante. Si gustas apoyarnos puedes hacerlo compartiendo el artículo o dando clic en alguno de los anuncios que te aparezcan por ahí.

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